Habiendo nacido en Kito, Ecuador, entre bosques y patio de piedra antigua, de una madre valiente y un padre emprendedor, que murió a mis cuatro años, a los 11 me llevaron a NY. Era el final de la década de los años 60. Sentí la tristeza de salir del vientre familiar de 35 primos, 14 tíos y tías, de caminatas domingueras al kilómetro cuatro donde me encontraba con 'villes' y vacas, con festivales de gente originaria en las laderas de las montañas circundantes, de comer capulíes, de tomar mishke y comer champús en Saquisilí, de tomar leche recién ordeñada, del olor a leña en el fogón de la casa, del cielo bien azul, límpido y estrellado del Kito de ese entonces, del paseo semanal a pie desde San Juan a la Villa Flora y al revés con la abuela Zoila, del pan centeno de la Vienesa, de los ángeles que yo veía flotar sobre el altar mayor en la misa diaria de las 7 h en iglesias históricas, del uniforme azul con reatas blancas, del fuerte caldo de carne que tomaba en la choza de la abuela Mariana de Chantilín, de los inmensos helechos del Itchimbia...memorias sin fin de mi infancia que iba dejando atrás. Dejaba a la infancia. Dejaba la madre tierra. Y me llevaba todo en mi corazón.
Todo esto y mucho mas me hacen quien soy. Porque ademas vengo de las estrellas, creo que de Orion o de las Pleyades. Porque soy mas que mis experiencias, soy mas que mis memorias, soy mas que este cuerpo, soy mas que mi intelecto y sus ideas, soy un corazón magnético.
